Mi investigación sobre la externalización reveló que, desafortunadamente, hay proveedores de servicios laborales especializados (o no) que participan en prácticas de facturación poco éticas al cobrar a sus clientes por trabajadores fantasmas. Estos son trabajadores que, en realidad, no aportan trabajo ni valor al proyecto en cuestión. Este comportamiento no solo infla los costos operativos para las empresas que dependen de estos servicios externalizados, sino que también introduce imprecisiones significativas en los informes de la fuerza laboral y la gestión de proyectos. Las implicaciones de tales prácticas son de gran alcance, afectando no solo el resultado financiero de las empresas, sino también comprometiendo potencialmente la calidad del trabajo producido y la integridad del mercado laboral en su conjunto. Este problema subraya la necesidad crítica de una diligencia debida exhaustiva, transparencia y conducta ética en la industria de la externalización.
Más específicamente, los compradores podrían recibir facturas de servicios ofrecidos por:
• empleados que ni siquiera sepan en qué consista el servicio facturado;
• exempleados cuyos datos aún estén en el sistema por conveniencia del proveedor;
• personas que nunca hayan trabajado para la empresa;
• personas (empleados o no) que ya hayan fallecido;
entre otros casos de trabajadores fantasmas.
Una herramienta que los compradores podrían utilizar para evitar ser víctimas de usurpadores de identidad es la videollamada. No solo para presentarse, sino también para realizar reuniones sucesivas destinadas a verificar que los trabajadores sigan estando involucrados en el servicio.
Investigación disponible en: https://www.amazon.es/dp/B07VR7WYL6/